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El poder de la fragilidad. Diga el débil: ¡Soy fuerte!

Con cierta frecuencia he encontrado contradicciones en mi vida y en mi entorno, que al final, después de observarlas un poco más a fondo, no son tales, más bien son parte de la vida, de lo que somos, de lo que queremos y de lo que incluso no queremos; pero son cosas que en definitiva están ahí y que conviven con nosotros. Finalmente he descubierto que nuestros fuertes pueden ser a la vez nuestras debilidades, y viceversa.

A lo largo del camino de la vida, de este maravilloso aprendizaje, me he hallado a mí mismo en situaciones con una alto sentido de vulnerabilidad y fragilidad. Y quizás no se haya tratado tanto de un tema de susceptibilidad, más bien de transparencia, de tratar de mostrarme tal cual soy, con todas las consecuencias que ello implica, sin máscaras…

O probablemente haya sido ese instinto natural y compulsivo de exhibir mi alma, sin pensar que el alma a veces se puede «resfriar», hacer heridas, sobre todo cuando va tan desnuda por la vida…

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En otras ocasiones mi cuerpo es el que ha mostrado su vulnerabilidad, su capacidad de enfermar cuando no estaba haciendo aquello que realmente quería, que me apasionaba; o simplemente, sin más, cuando la vida en ocasiones nos coloca en «escenarios» que no hubiéramos elegido ni adoptado como  nuestros. Es entonces, cuando de repente el mundo se para y sientes el vacío, el rechazo, el abandono, el miedo paralizante; o quizás sea la perdida de un ser querido, o te ves en un lugar dónde tratan tu cuerpo como si no fuera más que eso, un cuerpo, y se olvidan del alma, de las emociones, de los sentimientos. Cuando esos expertos en la medicina se encuentran desorientados, porque no saben qué es lo que está pasando, y uno siente como si jugaran con su cuerpo… y sientes el frío, la «pobreza», la fragilidad, que sin embargo,  te coloca en lo más alto de la cima. Es ahí, y desde ahí dónde más cerca he podido sentirme de la luz, del amor incondicional y universal, de Dios (puedes llamarlo como quieras); de esa brisa y esa calma que me ha susurrado: «todo está bien».

A menudo, desde el coaching hablamos mucho del poder, de las capacidades que tenemos, del «yes, you can!». Pero olvidamos ese maravilloso lugar dónde todo empieza: La fragilidad. Un lugar dónde la potencia, la fuerza se perfecciona y nos convierte en seres de luz, porque nos «deja en pelotas», transparentes, y nos permite reflejar la luz verdadera que llena este maravilloso universo.

Si te encuentras en un momento de fragilidad, de vulnerabilidad, grita conmigo -¡soy fuerte!- Estás, estamos en el lugar ideal para empezar algo nuevo, y maravilloso.

Alberto Rodrigo

www.coachdevida.es

www.gaycoaching.es