Por fin llegó el día en el que salgo de vacaciones, casi no me lo puedo creer, realmente lo deseo y lo necesito, como la mayoría de las personas, tras un año de trabajo, viajes y actividad casi frenética.
Soy de los que les gusta el lujo, lo reconozco. No sé si será porque ya me ha he estado en demasiados lugares poco cómodos, o quizás por la edad (aunque me considere joven y un poco «golfo» en el mejor sentido de la palabra). El caso es que me gustan los lugares exclusivos, paradisíacos, con esas denominadas piscinas infinitas donde poder contemplar un paisaje espectacular y tomando un vermú mientras veo una fantástica puesta de sol que me emocione…
Pero también creo que mi alma por otro lado es bastante hippie y sabe combinar y disfrutar el lujo con lo sencillo y básico de la vida; sabe adaptarse a cada escenario en el que le toca vivir y no se deja deslumbrar por un lujo a veces inalcanzable y hasta innecesario. Le gusta mancharse con la arena de una cala llena de otras almas «locas» como la mía, tocando tambores desgastados y bebiendo una lata traída de casa en la neverita de playa. Viendo, quizás esa misma puesta de sol desde otro ángulo, con los yates de fondo, contemplando a la gente rica en dinero, bebiendo una copa de Magnun 33 en copas de cristal en medio del mar, e imaginando si son felices y si realmente lo tienen todo.
Y es ahí, sobre mi pareo de 2,99€ dónde reflexiono acerca de la dualidad de la vida, y del lugar donde realmente me gustaría estar. De los contrastes que vivimos, de lo bipolares que somos en ocasiones; y pienso si realmente existe un hotel de 5 estrellas para el alma en régimen de «todo incluido».
Cierro mis ojos, respiro, y mientras escucho las olas del mar acercándose suave y sutilmente a la orilla, lo veo claro. ¡Sí! ese lugar existe y está al alcance de cada uno/a en cualquier momento. Porque no depende del sitio en el que nos encontremos, ni del presupuesto, ni si quiera de que sea verano y estemos de vacaciones. Tampoco depende necesariamente de la compañía, del clima, de las actividades y de parajes exóticos… Tiene más que ver uno mismo/a, con esa magia que nos hace conectar con nuestra esencia, con el amor, con la luz interior. Eso que nos hace sentir verdaderos/as y estar bien por encima de lo físico, de lo externo.
Unas vacaciones que no tienen precio, dónde está todo incluido: La paz, el amor, la calma, la seguridad de que todo es perfecto, que somo amados/as y de que todo está a nuestro favor y no en nuestra contra. Poder mirarnos a nosotros mismos sin juzgarnos, simplemente observándonos y abrazándonos tal y como somos.
¿Quieres reservar habitación en este hotel? Te propongo que lo hagas y comiences este viaje hoy mismo. Nos vemos en un lugar llamado Amor.
Alberto Rodrigo