Los que me conocéis más personalmente sabéis que vivo una dualidad entre lo urbano y lo rural. Mi hogar está en Cantabria en medio de pastos, vacas, montes y cerca del mar; sin embargo mi comunidad está en Madrid, donde las torres se elevan, el asfalto alfombra la ciudad y la calle Hortaleza se convierte en mi barrio habitual aunque también casual.
No soy de los que les gusta renunciar a nada, siempre y cuando sea algo que me aporte de una u otra manera. Siempre me he sentido cómodo entre los contrastes, la diversidad y las multiformes opciones de vivir la vida.
De la misma manera, cuando hago un trabajo introspectivo y observo los contrastes de mi alma, de mis emociones y mis pensamientos, no los juzgo, los acepto, los dejo ser, estar y aprendo de ellos. Me hacen conectar con mi esencia y con la verdadera espiritualidad que consiste en soltar, aceptar, confiar y permitir e integrar aquello que se nos escapa de las manos, del conocimiento humano.
Unos días miro a las torres que dibujan el skyline de Madrid y otros días miro hacia los picos de Europa cubiertos de nieve, a los que tengo el gran privilegio de contemplar desde la ventana de mi dormitorio. Ambas perspectivas me hacen ser consciente de lo humano y lo divino, enseñándome que ambas realidades coexisten en mí como ser.
En ocasiones necesito ver esas torres y ese asfalto en mi vida cotidiana; apreciar mi calzado manchado de la suciedad del asfalto, y otras veces tengo que limpiar mis botas del barro que se va pegando a la suela en mis paseos por el campo. Necesito experimentar ambos sentimientos, ambas realidades. Torres levantadas por el hombre y majestuosas montañas elevadas por lo divino.
… y en este camino descubro que lo importante no está en la lucha entre lo que el ser humano es capaz de hacer con su conocimiento y avances frente a lo natural y a la vez sobrenatural de la creación en la que habitamos. Descubro, o al menos eso intento, reconciliar ambos mundos, apreciando la belleza que hay en ellos, aquello que me hace sentir tan privilegiado.
Esta mañana toca un paseo por los campos frente a mi hogar. ¿Me acompañas?
Alberto Rodrigo