Cuando un objeto de valor se rompe, por unos instantes se produce un silencio como resultado de la pérdida. Lo que era ya no es en la misma forma, se ha roto en pedazos de diferente tamaño y forma. Se produce una tristeza, un duelo y quizás también una rabia más o menos contenida.
No vuelves a ser el mismo. Ha llegado el tiempo de la restauración, de renovarse… hay que hacer algo con esos pedazos.
Cuando uno se rompe por dentro es necesario entrar en el propio hogar interior para observarse en silencio con una mirada amable y compasiva, con fe y esperanza, para ser capaces de ver una nueva creación.
Es como una antigua casa de piedra en ruinas. Quizás haya que volver a construir los cimientos, unos cimientos nuevos capaces de sostener el nuevo hogar, nuestro templo.
Posiblemente sea necesario poner también nuevas vigas de madera que soporten la estructura, vigas orgánicas, sanas. Y seguramente el tejado necesite ser renovado completamente para proteger el nuevo hogar de la lluvia y las tormentas que nos atraviesan de manera inesperada a lo largo de la vida.
Pero si hay algo que me apasiona, es ver esa montaña de piedras sólidas que antes formaban las paredes de la casa. Cada piedra es diferente y han de ser recolocadas con mimo, dedicación, profesionalidad y con un buen cemento que las una. Es toda una obra de arte, las mismas piedras que fueron, son, y serán la esencia del hogar.
Me gusta pensar que el mejor cemento para dar consistencia a la nueva forma, a la unión, es el espíritu. Sin espíritu no hay vida, no hay creación ni hay verdad. Ese mismo espíritu es el pegamento que también recupera lo que estaba hecho pedazos. Y aunque el proceso resulte incómodo, tedioso, requiera tiempo, implique cambios, paradas, silencios y aceptación, prefiero romperme y renovarme, siendo en esencia, el mismo ser, pero esta vez liberado del pasado, y de su antigua y obsoleta forma.
Me pregunto si es irremediablemente necesario romperse para descubrir nuestra interioridad. Porque quizás no se trata sólo de cuidar nuestro templo, a veces también es necesario hacer una obra de derribo importante, para que desde nuestra propia ruina renazcamos de nuevo.
© Alberto Rodrigo. 9 febrero 2022