«Un hombre de verdad» Retiro para hombres

Un retiro enfocado para hombres independientemente de su orientación sexual. Un encuentro interactivo donde tú eres el protagonista.

Realizaremos diferentes ejercicios y prácticas para  nutrir el espíritu, la mente y el cuerpo. ¡Bienvenido!

Finalidad del encuentro

  • Conectar contigo mismo, compartir con otros hombres en un espacio amable de no juicio, respetuoso y, sobre todo, de confianza para expresarte, descubrirte y ser tú mismo.
  •  Aprender a sentir más la energía, mejorar tu sexualidad, conectar con la espiritualidad y observar tus pensamientos.
  • Descansar y disfrutar del presente, solo o en compañía, para integrar todo lo vivido.
  • Pasar un fin de semana profundo y a la vez divertido, aprendiendo, jugando, participando y creando comunidad con otros hombres.
  • Reconocer y expresar tus emociones de manera libre y segura.
  • Descubrir el poder de la vulnerabilidad en uno mismo y compartida con los otros.

Facilitador

Facilitador del encuentro

Alberto Rodrigo, Coach Personal: albertorodrigo.com

Coach Personal Certificado por Iesec Human Resources e International Coaching School, Certificación Internacional en Coaching Por Valores – CXV Barcelona, Practitioner en Programación Neurolingüística Transpersonal por IPH – Instituto de Potencial Humano y Experto en Coaching de Relaciones por D’ARTE Coaching y Formación.

Está enamorado de las personas y de las diferentes maneras que cada una de ellas tiene de interpretar la vida. Siempre le ha gustado poner melodía a las historias cotidianas, coreografiar los sentimientos más primarios y componer una partitura con todo aquello que sucede en eso a lo que llamamos vida.

Escritor y colaborador en revistas digitales como EGF and the City, Mundo Coaching Magazine, Chueca.com, Canal Positivo Piquio.com, etc.

Autor de los libros “Mucho más que dos: Espíritu, alma y sexo” (La Calle, 2014 y 2015) y “Las Cosas que nunca te dije” 2017 y “La vida es un ratito” 2023.

El lugar

Hotel Valle de Cabezón. Dirección: Barrio Cabrojo, 71. 39509 Cabezón de la Sal, Cantabria.

Situado en una zona estratégica de Cantabria, el Hotel Valle De Cabezón, próximo a la salida 244 de la A-8 está ubicado en Cabrojo, barrio perteneciente al ayuntamiento de Cabezón de la Sal, que se encuentra a 4 km.

Nos alojaremos en habitaciones dobles con baño completo incluido y con todo tipo de comodidades. Disfrutando de una maravillosa gastronomía.

Si quieres más detalles del hotel puedes visitar su web.

Programa

Viernes 20 de octubre

A partir de las 17:00h Llegada y acomodación en el hotel.

19:00h   Sesión 1: Bienvenida y presentación: “El encuentro”.

21:00h   Cena.

Descanso y tiempo libre.

Sábado 21 de octubre

09:00h   Desayuno.

10:00h   Sesión 2: “Me veo, te veo, nos vemos”.

11:30h   Descanso.

12:00h   Sesión 3: “El placer de ser uno mismo”.

13:30h   Descanso.

14:00h   Comida.

Descanso y tiempo libre.

17:00h   Sesión 4: “Laboratorio emocional”.

18:30h   Descanso.

19:00h   Sesión 5: “Abrazar lo que es”.

20:30h   Descanso.

21:00h   Cena.

22:00h   Velada especial.

Descanso y tiempo libre.

Domingo 22 de octubre

09:00h   Desayuno.

10:00h   Sesión 6: “Individualidad y comunidad».

11:30h   Descanso.

12:00h   Sesión 7: “Cierre y despedida”.

13:30h   Descanso.

14:00h   Comida.

Fin del retiro

Reserva de plaza y precio

Las plazas son limitadas con un máximo de 20 personas. El precio total del encuentro es de 230 € en pensión completa desde la cena del viernes 20 hasta la comida del domingo 22, ambas incluidas. Esto incluye también todas las actividades y materiales del retiro.

Para más información y reserva de plaza puedes ponerte en contacto directamente conmigo, a través del teléfono o whatsapp al: 629 411 749, o por email a: contacto@albertorodrigo.com

Recibirás un cuestionario que me ayudará a conocerte mejor.

Importante reservar tu plaza pagando 50€ antes por Bizum del 9 de octubre. El resto (180€) se abonarán en efectivo el día de la llegada.

«Amar sin manuales» ¿Cómo he llegado hasta aquí?

La música ha sido siempre un motor de expresión, inspiración y satisfacción en mi vida, no sólo una herramienta de comunicación, si no de comunión y de conexión espiritual entre las almas.

Comencé mi relación con la música desde muy pequeño en Burgos, mi ciudad natal, escribiendo canciones, poemas, tocando la guitarra y cantando en festivales. A los 14 años y en plena «movida madrileña», formé parte de un grupo musical llamado África Dividida, llegando a telonear a grupos como Duncan Dhu, Gabinete Caligari, Golpes bajos, Objetivo Birmania, Burning, etc. Poco después en 1994 di un giro y formé el grupo Comisión como compositor, voz principal y guitarra acústica, junto a Aitor de la Cámara, con el fin de poner voz y música contemporánea al mensaje cristiano. Con 10 discos grabados en más de 12 años de trayectoria musical, recorrimos diferentes estilos musicales, desde el rap, la música de baile, pasando por canciones melódicas e inspiradoras para, finalmente, consolidarnos como un grupo de pop rock. En el 2005 con la misma formación musical, decidimos cambiarnos de nombre, pasando a llamarnos «Sión» y grabando nuestro único y último disco como grupo.

Pasé 15 años apartado del escenario musical, con mi guitarra literalmente guardada en el armario. Aunque seguía escribiendo y componiendo canciones de vez en cuando, hasta que inicié mi camino como solista grabando en 2009 mis dos primeros sencillos «Ocean» y «Mi amigo«. En 2020 «Sin Tocar«, en 2021 «Toca sonreír» y «SOLía» y «Amar sin manuales en 2022. En todos ellos he contado con los arreglos musicales, producción y masterización de Simeon Smith, sin él no hubiera sio posible para mí sacar a la luz ninguno de estos temas.

Vivo la música como un instrumento para inspirar,compartir y desnudar mi alma.

Y llega mi último trabajo: «Amar sin manuales» surge porque el amor verdadero no requiere de manuales ni dejustificaciones. Con este tema propongo amar sin etiquetas, más allá de la orientaciñon sexual y de la identidad de género. Un amor que transciende lo que se supone que es lo “normal”. Amar sin manuales de esos que nos condicionan, nos acotan nos dictan qué sentir y cómo expresarlo.

Descubrir ese amor verdadero, sincero, sencillo, tierno, natural, atrevido y puro, que nos conecta con el alma de la otra persona, con lo espiritual además de lo físico. Un amor no dependiente, gratuito, es el mejor regalo que nos podemos hacer a nosotr@s mismo@s y a l@s demás.

Letra y música: ©Alberto Rodrigo
Arreglos, producción y masterización: Simeon Smith (Gowerton, Reino Unido)
Grabación de la voz: Javeta López Jato (Estudio Vumeter – Cabezón de la Sal, Cantabria)
Actores: Ulises Carreira y Javier Guitiérrez
Video y Edición: Roberto Carrandi
Ayudante de Cámara: Jon Caballero
Agradecimientos: Posada Cabrojo Grabado en Cantabria, diciembre de 2022

Desintegrado

Intento integrar mi desintegración pero no puedo,

hay que ser muy íntegro para eso…

quizás sea cuestión de aprender a vivir así en ningún sitio,

sin pertenecer a nada sin ser lo que fui,

sin pretender ser lo que no soy, lo que era o lo que quise ser.

Es imposible,

es difícil vivir después de la coma sin comerse los recuerdos, las palabras.

Hubiera sido mejor un punto y coma pero no tuve la fuerza suficiente para ello,

sí el valor, pero no la fuerza, ni la maldad para pisar a otros para pasar de los demás.

Además, no quise.

Me desintegro cuando intento integrarte y no te encuentro,

porque no estás en ningún sitio nunca lo estuviste…

quiero decir en un sitio concreto estabas en todas partes

¿pero cómo?

Quizás desintegrado, como yo ahora, esparcido.

Sea como sea me gustaría fusionarme contigo y vivir ambos desintegrados, libres, rotos.

Porque este mundo no me encaja,

nunca me ha encajado ni el otro, ni los otros,

puede que sea yo el que no encaje en ningún sitio.

Me da igual,

no me gustan las cajas ni los envases,

no me gustan las etiquetas ni los precintos,

no me gustan las marcas ni las banderas,

no me gustan los formatos ni los estereotipos.

Prefiero vivir libre en el paraíso de lo desintegrado.

© Alberto Rodrigo. 17 diciembre 2022

Espíritu

Caminamos hacia la primavera y se nota, los días son cada vez más largos, amanece antes, hay más luz y una temperatura más cálida. Va pasando el invierno, tiene los días contados y se esfuman los meses que para algunos son los más fríos y duros del año. Pero es necesario transitar todas las estaciones, las meteorológicas, las espirituales, las del alma. Unas son para que puedan ser las otras, sin noche no hay día, sin luz no hay sombra. Es la luz la que activa y permite que nuestras sombras se vean.

Así que lo que es está bien, también lo que fue y lo que será, siempre y cuando nos mantengamos serenos en la barca de la confianza, dejándonos llevar por el soplo del espíritu.

¿Qué es el espíritu si no fiesta? Es la guinda del pastel, la savia que nutre la vida. No hay vida sin espíritu: fiesta, alegría, comunión, fe, esperanza, purificación, sanación, gracia… estos y otros más bailan al ritmo del espíritu, pero no es un espíritu cualquiera, que va.

¿Qué es el espíritu si no fiesta?

Vamos hacia la primavera, así que es tiempo de abrirse, de empezar a despertar a la vida con espíritu y florecer.

Bienvenido espíritu.

© Alberto Rodrigo. 1 marzo 2022

¿Canal, fuente o manantial?

Hace calor, es verano y aún quedan algunas horas para la puesta de sol.

Al que tiene sed…

Jorge lleva todo el día caminando, que es diferente a pasear, él lo sabe bien, porque cuando pasea, simplemente se entretiene, se distrae, se deja llevar por lo que siente o lo que le apetece, va sin rumbo fijo, sin una misión concreta. Pero hoy Jorge no pasea, camina. ¡Es tan diferente! Porque el camino trae consciencia, hay una dirección y un sentido, hay un propósito, una misión, y sobre todo un aprendizaje, hay vida.

Al que tiene sed…

Jorge lleva toda una vida caminando, se ha encontrado con diferentes intersecciones a lo largo del camino. Ha tenido que pararse, observar, conectar con la fuente, seguir su intuición, escuchar su corazón y elegir, sin más garantía de acertar, que la fe.

Al que tiene sed…

Lleva varias horas caminando, disfrutando del camino y sintiéndose en comunión con él. Pero ya nota como su cuerpo le pide buscar una fuente para beber. Lo ideal sería un manantial donde el agua salga de la roca, de las entrañas de la montaña, agua fresca, cristalina, pura, un agua de vida que no haya sido manipulada por el hombre.

Al que tiene sed…

Cuando bebe de esa agua, se nutre de tal manera que se siente canal por el que fluye el amor, la compasión, la entrega, la gracia, la gratitud, el servicio para los demás. Y no se siente agotado ni abusado, porque él es simplemente, canal. Y a la vez sueña con llegar a ser fuente de la que otros puedan beber. Es muy difícil ser canal, piensa, pero más difícil es ser fuente, se requiere mucha humildad y serenidad para ello. Para ser fuente, de alguna manera es necesario tener presente de manera profunda y constante de que sólo puede serlo cuando está conectado a una fuente mayor. Jorge piensa en todo esto a medida que va caminando en busca de un manantial o aunque sea, de una fuente.

Al que tiene sed…

Y a medida que el calor y el cansancio se intensifican hasta llegar al límite, Jorge se para y se da cuenta de que quizás no sea necesario buscar una fuente, que esa fuente le ha acompañado durante todo el camino y que siempre lo hará… al que tiene sed.

© Alberto Rodrigo. 10 febrero 2022

Pedazos

Cuando un objeto de valor se rompe, por unos instantes se produce un silencio como resultado de la pérdida. Lo que era ya no es en la misma forma, se ha roto en pedazos de diferente tamaño y forma. Se produce una tristeza, un duelo y quizás también una rabia más o menos contenida.

No vuelves a ser el mismo. Ha llegado el tiempo de la restauración, de renovarse… hay que hacer algo con esos pedazos.

Cuando uno se rompe por dentro es necesario entrar en el propio hogar interior para observarse en silencio con una mirada amable y compasiva, con fe y esperanza, para ser capaces de ver una nueva creación.

Es como una antigua casa de piedra en ruinas. Quizás haya que volver a construir los cimientos, unos cimientos nuevos capaces de sostener el nuevo hogar, nuestro templo.

Posiblemente sea necesario poner también nuevas vigas de madera que soporten la estructura, vigas orgánicas, sanas. Y seguramente el tejado necesite ser renovado completamente para proteger el nuevo hogar de la lluvia y las tormentas que nos atraviesan de manera inesperada a lo largo de la vida.

Pero si hay algo que me apasiona, es ver esa montaña de piedras sólidas que antes formaban las paredes de la casa. Cada piedra es diferente y han de ser recolocadas con mimo, dedicación, profesionalidad y con un buen cemento que las una. Es toda una obra de arte, las mismas piedras que fueron, son, y serán la esencia del hogar.

Me gusta pensar que el mejor cemento para dar consistencia a la nueva forma, a la unión, es el espíritu. Sin espíritu no hay vida, no hay creación ni hay verdad. Ese mismo espíritu es el pegamento que también recupera lo que estaba hecho pedazos. Y aunque el proceso resulte incómodo, tedioso, requiera tiempo, implique cambios, paradas, silencios y aceptación, prefiero romperme y renovarme, siendo en esencia, el mismo ser, pero esta vez liberado del pasado, y de su antigua y obsoleta forma.

Me pregunto si es irremediablemente necesario romperse para descubrir nuestra interioridad. Porque quizás no se trata sólo de cuidar nuestro templo, a veces también es necesario hacer una obra de derribo importante, para que desde nuestra propia ruina renazcamos de nuevo.

© Alberto Rodrigo. 9 febrero 2022

Vacío

Ahora creo entender mi vacío y el vacío de este mundo. Hay un sentido, un significado y una razón, son el para qué, el qué y el porqué. Y para entenderlos, de nuevo es necesario vaciarse. No se puede entender el vacío sin antes vaciarse a uno mismo. De la misma manera no existe la vida sin una muerte previa.

No es la muerte el final de la vida, todo lo contrario, la muerte es precisamente la puerta de entrada a la vida.

Perder para ganar, perderse para encontrarse, vaciarse de uno mismo para darse cuenta de quién realmente soy, de cuál es mi naturaleza, mi diseño original. Por ello, me atrevería a decir que es necesaria una auto “violación” de nuestro propio ego, de aquello que pensamos que somos, lo que nos ha ido construyendo, para poder dar con nuestra “virginidad”.

Hay un camino de derribe, de destrucción y de caída para llegar a nuestros propios cimientos, nuestras raíces, nuestra raíz en singular.

Y sí, reconozco que es duro vaciarse, desprenderse, sentirse desnudo de identidad, misión y propósito. Pero es justamente desde ese lugar, en esa desnudez, en ese escalofriante y a la vez reconfortante vacío, donde podemos decir sí a la vida, sí a la luz, sí al camino, sí al silencio, sí al amor, sí a la palabra, sí a lo que es, sí a uno mismo.

Se acabó la innecesaria lucha, ahora abrazamos ese vacío que nos contiene y nos comprende. Y es que sólo una fe inmaculada nos descubre esa virgen que somos y que revela nuestro SER.

© Alberto Rodrigo. 8 febrero 2022

Mamá (maestra)

Finalmente decido volver, volver a casa, al hogar. Pero antes me paso a ver a mamá y hacemos algo que nunca habíamos hecho antes juntos: tejer. Es mágico, al  principio me tiemblan las manos al hacer algo que ella ha hecho de manera magistral durante toda su vida. Me impresiona ver que aún sabe tejer, que se acuerda y que lo sigue haciendo muy bien.

Después, en su cuaderno, dibujo un corazón, un sol y unas nubes, para que ella lo coloree. Parece una niña a sus casi noventa años, es hermosa, tiene luz en sus ojos, y cuando sonríe, es como si se limpiara el mundo. Su mirada no sólo me atraviesa, siento que también atraviesa todo aquello que sucede afuera y que nos distrae. Ve más allá de lo que mis ojos son capaces de ver, y eso hace que mi mirada también se limpie.

No oculta nada en ella, se deja ver, de repente se convierte en mi maestra del contacto visual que tanto me gusta hacer. Esa mirada a la vez contiene dolor, el dolor de toda una vida. El dolor de ser madre, de ser mujer, de haber sido esposa, el dolor del SER. Y es que no hay vida sin dolor. Huimos del dolor, y por lo tanto huimos del ser. Un dolor en su justa medida para hacernos renacer, sentir, creer, crecer, VIVIR.

Y esa sonrisa tierna, infantil y pícara que mamá regala ante cualquier comentario gracioso, o cuando me pongo a hacer tonterías y me observa mientras bailo, canto, salto o hago el bobo. Su sonrisa no tiene precio, no puede tenerlo, porque nada hay tan maravilloso y que me haga tener tanta fe, como es ver la sonrisa de MAMÁ, con mayúsculas.

Y ahora, sentadita en tu sillón junto a la ventana y con mucha dificultad de movimiento, te recuerdo moviéndote por toda la casa sin parar de acá para allá. Limpiando, ordenando, organizando, cocinando, para dejar todo listo antes de ir a trabajar. Maestra, sí, esa era tu profesión y sigue siéndolo, porque sigues enseñándome cosas. Maestra de infantil, ¡qué curioso! Ahora entiendo la importancia de ser como niños para entender lo que significa VIVIR.

Con cierta dificultad, pero con alegría y dedicación, coloreas las tres figuras que he dibujado en tu cuaderno.

¿De qué color pintamos el corazón, mamá? – ¡Pues de rojo!- contesta ella.¿Y el sol? -¡Amarillo!-, afirma.

Le señalo las nubes, le cuesta más contestar de qué color hay que pintarlas. Se queda pensativa y por un momento pienso que su demora en responder no tiene tanto que ver con que no reconozca el objeto que es, (dibujo muy mal), más bien creo que se detiene a pensar en las nubes que ha soportado a lo largo de su vida, en las sombras.

-¡Azul!- dice casi gritando. Debería de ser blanco, pero mamá siempre ha sabido ver más allá de las nubes y ver el azul del cielo iluminado por el sol. Así que pinta las nubes de azul.

Cuando la observo con admiración coloreando esos tres objetos, pienso en la fórmula de la vida: Amar (corazón), es decir, iluminar (sol) nuestro dolor y nuestras sombras (nubes), para llegar a ser aquello a lo que hemos sido llamados y creados.

Antes de marcharme la beso tierna y repetidamente. Le miro de frente, fascinado por su presencia, por su elegancia, su dignidad, su fortaleza, su vulnerabilidad, su alegría y su serenidad. Y me doy cuenta de que no existen las palabras que puedan expresar todo lo que piensa y quiere decir. Es por eso que se las inventa y pronuncia eso que los médicos llaman ecolalias. Así que sólo dices lo que tienes claro y es muy evidente para ti.

Mamá, ¿cómo se llama el tipo de punto que hemos tejido? – ¡Punto bobo! Contesta ella. Y no es que me esté llamando bobo a mí, es que el punto se llama así.

¿Quién te quiere, mamá? – ¿pues tú! – dice en voz alta y riéndose.

Al despedirme me dice – ¿No te importa que no te acompañe a la puerta verdad? – ¡claro que no, te quiero mamá! (para ella levantarse de su sillón y caminar hasta la puerta sería como subir al Everest, y a veces lo hace).

Existe la puerta hacia la vida. Cuando salí de ti no sabía a dónde venía ni para qué coño (nunca mejor dicho) llegaba a este mundo con tu dolor y mi llanto. Pero ahora lo he entendido, creo que estoy aquí para amar, para alumbrar mis sombras y las de otros, para tejer, crear lazos, para unir, reunir, ser comunidad. También para atravesar el dolor con fe y esperanza.

© Carolina (Alberto Rodrigo). 4 febrero 2022

En una tarde de enero

Es tan difícil iniciar algo nuevo y convertirlo en un hábito o incluso en un estilo de vida, como lo es soltar, dejar ir, permitir que llegue la noche o el aparente final de algo que nos ha acompañado durante un largo periodo de tiempo. En ambos casos hay dolor, tanto en el parto como en la muerte.

Damos a luz y morimos varias veces a lo largo de nuestra vida, es parte del proceso natural del cambio, de lo que significa estar vivos. ¿Pero qué podemos hacer para que estos procesos no nos saquen de nuestro centro y nos produzcan dolor? ¿Es irremediablemente necesario el dolor en la vida? Quizás la clave esté en sostener las revoluciones internas y externas manteniendo nuestra esencia y cuidando el ser.

Cuando parece que todo se derrumba, que lo que parecía ser ya no es, lo que estaba ya no está, y sólo quedan las ruinas, las nuestras y las de los demás. Un escenario perfecto para pararse, observar, observarse y CREER que todo está bien, que todo estuvo bien y que todo estará bien. Porque lo que realmente importa no es la estructura ni la forma. Entonces  el continente y el contenido se separan, tomando caminos diferentes, perdiéndose cada vez más en sus propios desiertos, huyendo de sí mismos e intentando buscar una identidad que les dé sentido.

Jorge llevaba años rondándole la idea de tejer como lo hacía su mamá. La recuerda tejiendo bufandas, jerséis, colchas… haciendo verdaderas obras de arte con tan sólo dos varillas, lana, sus manos y una atención plena, mientras el resto de la familia estaba viendo la televisión, jugando, chinchándose o cenando tranquilamente.

Jorge intenta aprender a tejer mirando tutoriales por internet, pero le resulta imposible, necesita de unas manos amigas que le acompañen y que le enseñen a tejer, es decir, a unir en vez de dividir. Así que pide ayuda a Nieves, su querida amiga y vecina. Aunque ya no viven tan cerca físicamente, lo están. El espacio y el tiempo son fácilmente conquistados cuando hay cariño y ganas de compartir, de acercarse, de unir.

Suena el timbre y Jorge abre la puerta, ahí está Nieves. Se miran, se VEN y se abrazan. Ese es su ritual habitual cuando se produce el encuentro. Pero Nieves nunca viene sola, siempre trae algún detalle especial que elige con exclusivo mimo. Esta vez trae una planta y un bizcocho riquísimo bajo en azúcar que ha cocinado ella misma teniendo en cuenta la diabetes de Jorge. Regala vida: la planta. Regala dulzura: el bizcocho. Se regala a ella misma sin saberlo, compartiendo su experiencia y enseñándole a tejer a Jorge.

Jorge mira el ovillo de lana y sabe muy bien lo que a él le cuesta desenredar un cable, una cuerda o cualquier material lineal que se haya podido enredar…normalmente lo pone peor. Pero esta vez se trata de algo muy diferente y es unir puntos con orden, dedicación, atención. Se trata de construir en vez de derribar, de unir en vez de dividir, de crear y no de destruir, de abrigar, de acoger.

Y es que hace falta más que unas agujas y lana, algo importantísimo es el tiempo, la dedicación y la intención. La mamá de Jorge lo sabía bien, también la de Nieves, que fue su maestra en tejer y en otras muchas cosas.

Primera lección es el punto bobo, a Jorge le encanta el nombre de esa técnica, y es que siempre ha tenido un punto bobo, porque el humor, así como el amor, unen mucho, acercan a las personas en su diversidad y las contiene con en un mismo corazón, alma y espíritu.

En una tarde de enero y tras tejer varias líneas, Jorge sonríe, agradece y hace una oración silenciosa convencido de que a pesar de que lo que más vea últimamente en la sociedad sea separación, polaridad, división y hasta discursos de odio, él, Nieves y muchas más, seguiremos tejiendo alas que nos permitan volar y que nos arropen, como lo hacen las aves con sus crías.

En una tarde de enero.

© Alberto Rodrigo.

ME RINDO

Creo que la verdadera espiritualidad es saber estar donde se está, es decir, saber vivir con fe, esperanza y amor, sean cuales sean las circunstancias externas (las que nos rodean), y las internas (las que nos contienen).

Porque no sólo hay tormentas fuera de nosotros, también hay tormentas internas que asustan con sus truenos, pero que a la vez iluminan con sus relámpagos y que nos empapan y nos sacan de lo que sea que estemos haciendo.

¿Pero y si miráramos a esas tormentas con amabilidad y comprendiéramos su propósito? Quizás nos daríamos cuenta de que no son más ni menos que momentos de parada, de observación, momentos mágico y poderosos. Un grito de la naturaleza queriendo decirnos algo, unos rayos que se gestan precisamente en las nubes que no nos dejan ver temporalmente el sol, pero que se precipitan hacia nosotros con autoridad, con fuerza, colocándonos en el lugar más adecuado para crear y crecer: La HUIMILDAD.

Porque no sólo hay desiertos geográficos en el planeta en el que vivimos, también hay desiertos internos, únicos y especialmente diseñados para cada persona. Desiertos exclusivos en los que se hace muy difícil caminar, es hace muy pesado, perdemos las fuerzas e incluso las ganas de tener más fuerzas. Nos sentimos solos, cansados, hastiados, tristes, incomprendidos, derrotados pero no destruidos.

Desiertos en los que la sed llega al extremo en el que nos va la vida el beber. Es entonces cuando nos damos cuenta de nuestra sequía, despertamos y corremos desesperadamente con la esperanza de encontrar la fuente de agua viva.

La verdadera espiritualidad también consiste en saber estar con uno mismo y con los otros, pero de esto hablaré otro día…

De momento me hago estas preguntas: ¿Qué tal me llevo con mis tormentas y mis desiertos? ¿Realmente sé ESTAR donde estoy y VIVIR el momento que vivo?

Mi única respuesta es que para ello sólo consigo ver un camino y una salida: la rendición como única puerta a la redención. Morir como la antesala del renacer.

Así que me rindo y con fe y humildad prosigo mi camino, el CAMINO.

Alberto Rodrigo.